sábado, 28 de junio de 2008

La clave: vuestra confianza.

Ahora recuerdo los consejos de varios escritores "top", que aludían a la disciplina que requiere el escribir todos los días una historia, por pequeña que sea.
Es duro todos los días no ceder al cansancio, a los quehaceres -que hay que hacer obligatoriamente-, a atender a quienes quieres... Combinarlo todo es difícil, pero cuando tienes un claro objetivo y deseas, casi necesitas, cumplirlo, todo se hace más llevadero.
Son sobre todo los momentos en los que os acercáis, opináis, dejáis comentarios en el blog, los que nos dan fuerzas para continuar, para pensar en nuevas historias, para crear situaciones que nos gustan, donde el detalle y el disfrute, la comprensión y la complicidad son la clave. Como en toda relación que merezca la pena.
Poquito a poco, querida lectora y amiga, nos vamos acercando: tú a nosotros y nosotros a tí. Y eso, al final del día, me llena.
Siempre digo que es gracias a esas sencillas aportaciones por lo que seguimos "on the road", porque nos dan fuerza y nos hacen sonreir; cumplimos nuestro objetivo, que es comprenderos, y creamos un pequeño espacio para que os sintáis cómodas.
Pasad, aquí sois escuchadas y comprendidas.

-Él-

Sus ojos, siempre sus ojos.

[...]

Ella no era la típica chica guapa, pero sí mantenía ciertos rasgos en común con este tipo de mujeres: unas curvas de escándalo, unas manos bonitas, unas uñas muy cuidadas, mucho estilo al andar, incluso con aquellas sandalias de alza bastante elevada, un pelo que invita a enredar los dedos en él mientras la acaricias y una cara que era una auténtica delicia. En especial, sus ojos; aquellos dos luceros que mostraban a una mujer sincera, extrovertida, cariñosa, que sabía lidiar con los hombres... No, no era la típica chica guapa. Tenía mucho más; guardaba dentro de sus ojos un "algo" que la diferenciaba, y en mucho, del resto de mujeres que había conocido.
Observándola mientras se desenvolvía con los hombres, no era difícil ver cómo la inmensa mayoría la miraba antes a los pechos -sí, preciosos- que a la cara. Y eso a ella le hacía pícaramente sonreir; era como si pensara "vale, este tío es sólo uno más". Aún así, jamás la ví mostrar un comportamiento que faltara al respeto a esos embravecidos tipos que la noche se antojaba enviarle constantemente. Ella era especial. Y quizá por eso el día que me acerqué, sin quitarle la mirada, sin parpadear, sin dejar de leer en sus ojos, ella se ruborizó, por primera vez, ante aquel sencillo chico que sólo deseaba una cosa en el mundo: poder conocerla, poquito a poco, y quiza, sólo quizá, algún día hacerle el amor. Entonces le sonreí y ella me devolvió un tímido esbozo de sonrisa; supe que ambos podíamos lograrlo, y que aquello sin duda alguna sería un buen comienzo.
[...]

-Él-

martes, 24 de junio de 2008

Mirando a sus... ¿Ojos?

[...]
Mucho calor, minifaldas, pantaloncitos cortos, escotes y gente hormonada a tope.
En este ambiente me muevo, de día y de noche, reconociendo formas, colores, pero no almas. En este ambiente observo, objetivo y al margen, los rituales -aún un tanto animalizados según qué caso- de los machos que buscan hembras y de las hembras que eligen machos.
En este ambiente, tan conocido y parte de uno mismo en épocas pretéritas, me muevo. Y me descubro cambiado, distinto. Ahora no hay sólo escotes, ni piernas, ni movimientos sensuales sobre plataformas de discotecas; ya sólo disfruto plenamente viendo ojos, intentando averiguar qué personalidad se esconde tras esa piel, o por qué a aquella chica su pareja parece no hacerla feliz. Ahora me descubro preguntándome más por el por qué y el cómo que por el qué. Ahora me gustaría conocerla, en vez de llevarla a la cama.
[...]

-Él-

sábado, 21 de junio de 2008

Me gustaría poder conocerte, poder escucharte.

Todos tenemos pensamientos recursivos; ideas que vuelven a aparecer pasado un tiempo y que nunca cambian en fondo, aunque lo puedan hacer en forma.
Me encantaría conocerte. Sí, a tí que lees estas líneas, que confías en la fuerza del entendimiento entre dos personas, que pones toda tu ilusión en seguir creyendo en esas cosas tan especiales que a veces pasan y te hacen sentir feliz.
Me gustaría conocerte, escucharte durante horas, leer qué pasa por tu mente, ayudarte en esos momentos en que te sientes sola... Me gustaría, me encantaría que supieras que siempre estaré ahí para tí.
¿Tienes idea de cuánto significaría pará mí poder mirarte a los ojos y leer lo que quieres decir, aunque tus labios no dejen escapar palabra por miedo, timidez o, sencillamente, pesimismo?
Déjame escucharte, querida lectora; que tus pensamientos se entremezclen con mi cariño y que te pueda ayudar. O simplemente disfrutemos de la compañía, de largas charlas multitemáticas sobre lo que tú quieras. Porque tú eliges.
Déjame, lectora y amiga potencial, conocerte.

-Él-

La noche confunde, pero no tanto.

Luces, flashes, música a volúmenes impensables para nuestros padres... La noche está llena de distracciones.
Las mujeres se visten de forma distinta, los chicos muestran un comportamiento quizá más agresivo sexualmente... Pero en realidad, nada cambia respecto al día.
La base de la mujer es exactamente la misma en todo momento; el camino hasta ella sigue siendo igual de complicado para prácticamente todos los mortales. Más, si cabe, en esos ambientes donde numerosas distracciones, un grupo de amigos y amigas de ácido -a veces corrosivo- humor y muchas ganas de "jugar" se encargan de crear la bruma que crea las ilusiones de más de un incauto.
Aún recuerdo mis días como pipiolín, cuando el cruce de miradas con una chica guapa me sonrojaba y hacía bajar la vista -sí, tenía gran conocimiento de todos los tipos posibles de suelos de discotecas de la zona-. Esos días que entonces requerían de un complejo ritual con los amigotes antes de salir "de caza" ahora se me antojan como algo simpático, ahora cuando miro hacia atrás. Y es que era muy difícil lograr un acercamiento medianamente decente -y no digamos ya con algo de estilo no patoso- a la chica de turno. Entonces teníamos los cruces de miradas -sí, yo siempre perdía en este tipo de enfrentamientos-, los acuerdos sobre quién debía acercarse al grupito de chicas de turno, qué preguntas -a cada cual más típica y con peor resultado- hacerles... Divertido es ahora, desde luego, que no antes en plena adolescencia.
Ahora que uno se empeña en conocer a la mujer queda lejos toda esa palabrería, esas apuestas con los amigos y todos los patosillos desenlaces que estos rituales acarreaban.
Hoy ha quedado una y mil veces patente que un hombre puede ganar el corazón de una mujer de formas tan sencillas -aunque tan profundas- que más de un autoconsiderado "ligón" pondría el grito en el cielo.
¿Alguna vez has probado a sonreir y poner una cara simpática a esa chica que lleva un rato mirándote? ¿Has intentado acercarte y escuchar más que hablar? ¿Probaste a hacerle reir? Quizá acabes conociéndola y ella misma te dé alguna valiosa pista sobre cómo ganarte su corazón. Prueba; gánatela tu también usando el corazón, símplemente dejando salir eso que llevas dentro y tanto vale. Y no caigas en tópicos ni técnicas absurdas; aquí, lo único que vale, es lo que estás dispuesto a hacer por ella. No te dejes distraer; no dejes que la noche pueda contigo porque, desde luego, la noche no confunde tanto como parece.

-Él-

A las tantas de la madrugada.

A las tantas de la madrugada me siento sólo.
Aquí estoy, sentado, recién llegado de la cómo no típica fiesta previa al verano estudiantil. Mis ojos casi empiezan a cerrarse y yo pienso sólo en ella. Pienso en lo que mis manos anhelan, ansían, desean y necesitan: el tacto de ese cuerpo femenino que me transforma en un ser mejor y más feliz.
Son mis manos las que recorren su espalda cada noche cuando compartimos cama; son mis ojos los que, renunciando al más que recomendable sueño reparador, deciden embriagarse con la maravillosa vista de ella durmiendo sobre mi pecho, tranquila; son mis sentidos los que están centrados en ella, sus pálpitos, sus movimientos buscando un pequeño hueco donde seguir durmiento, aún entre sueño y sueño y sin llegar a despertar completamente. Y así pasan las horas cada noche que compartimos, ella durmiendo y despertando fresca y yo deleitándome con su sóla presencia sobre mi pecho. Cosa que, obviamente, tiene sus consecuencias a la hora de despegar lós párpados al día siguiente, de mañana.
Pero, ¿para qué dormir si con semejante regalo ya uno vive el mejor de los sueños? Y es que no hay nada, absolutamente nada, como tener abrazada a una mujer; una de esas mujeres con mayúsculas que te hacen sentir especial como hombre, y que descansan plácidamente contigo. Quizá sólo el despertar, cuando ella te dedica su primera sonrisa del día nada más abrir los ojos, pueda compararse con esa sensación que tú atesoras a esas horas, a las tantas de la madrugada.

-Él-

jueves, 19 de junio de 2008

La parejita "después de".



Míralos... Se ve que se aman.

En esta ilustración que nos manda Ana, una lectora del blog y buena amiga, se ve eso que muchas veces echamos de menos tras una sesión romántica. Y es que la sensación de compartir algo especial llega a su máximo exponente cuando ambas partes de la pareja son capaces de sentirse así, completamente desnudos -el simbolismo y la relación con la desnudez del alma es total en estos momentos-, tal como son, sin tapujos, sin máscaras, sin nada; de forma sana, entregándose en cuerpo y alma al otro, con total naturalidad... Me encanta.
Tanto "Ella" como yo somos muy juguetones, así que aprovechando la idea de Ana con su ilustración os queremos proponer un juego: por cada dibujo, comentario, sugerencia o idea que compartáis con nosotros, improvisaremos una pequeña historia con esa temática. Ánimo, no temáis; este rinconcito es vuestro y aquí podéis compartir vuestro interior; este es un íntimo lugar donde nuestras fantasías y sueños pueden cobrar forma y ser algo real, porque todos tenemos algo dentro, algo bonito, que queremos compartir con ese alguien tan especial.
[...]

Es una sensación increíble esa que sentimos cuando estamos acostados, con nuestra pareja, abrazados, mirándonos, riéndonos o, simplemente, disfrutando de quien amas; porque está a tu lado, porque sois un mismo ser, porque tenéis -y sentís- esa maravillosa complicidad pero, sobre todo, porque os entendéis. No, no hacen falta palabras para entenderse cuando dos almas, como las que nos muestra aquí Ana, se aman al ciento uno por cien. Incluso con ese simpático toquecito de humor que hace si cabe más especial la situación.


Estos momentos no tienen precio; son lo más maravilloso a la hora de compartir, de sentir complicidad y saber que estás totalmente unido a una persona que te quiere.


-Él-

martes, 10 de junio de 2008

En un rinconcito.

[...]
Y allí estábamos ella y yo; solitos, en penumbra, escondidos en el cuarto de mantenimiento; un trastero cutre y medio sucio, plagado de objetos de todo tipo. Fue en ese momento cuando me percaté de que, pese a que ya debería haberse relajado por la tensión inicial al escondernos en el cuartito, ella seguía jadeando. La excitación que ambos sentíamos, mezclada con un más que palpable toque morboso, hacía del momento algo único; algo que provocaba unos pálpitos muy, muy fuertes, como si nuestros corazones quisieran salir y unirse.
Ella me miraba, medio sonriendo, a una distancia prudencial; yo, sin embargo, no sabía qué hacer. Ella esperaba a que actuara pero, dada mi escasa experiencia en las cosas de mujeres, no podía imaginar qué esperaría de mí. Así que símplemente me acerqué y besé sus labios -bastante torpemente, por cierto, pero que la situación se encargó de transformarlo en un gesto simpático y patosillo-. Ella lo interpretó como el pistoletazo de salida de una carrera que iba a liderar -gracias a Dios, porque aunque excitadísimo, estaba muy verde en esto-.
Rápidamente puso sus manos al lugar donde días más tarde confesó que era objetivo de sus miradas: mi culo. el tacto de unas manos pequeñas, finas, de mujer sobre él me encantó, sobre todo porque me apretó contra su cuerpo con fuerza. Correspondí el gesto haciendo lo mismo y me incliné para besarle el cuello; esto debió gustarle, pues inclinó la cabeza hacia un lado mostrando el objetivo de mis labios, como diciendo "toma, come".
Poquito a poco fui descendiendo, como guiado por un instinto que afloraba poco a poco desde mi interior, quizá impulsado por el animal que todo hombre lleva dentro, y que recuerda las épocas de apareamiento de tiempos pretéritos donde todo era más fácil. Ella, como fémina dulce y delicada que era, corregía cariñosamente aquellos gestos excesivamente bruscos, enseñándome cómo tocar a una mujer.
[...]

-Él-

domingo, 8 de junio de 2008

Movimiento por aquí.

Por aquí seguimos después de unos ajetreados, muy ajetreatos días.
"Ella" y yo hemos hablado mucho, hemos revisado borradores, corregido cosas... Y sobre todo hemos dimensionado el trabajo, sobre todo para que sea lo mejor posible -ya sabes que lo hacemos para tí, y tú lo mereces-.
Durante unos días "Ella" estará tomando unos merecidos días de relax -a veces resulta asombrosa la presión bajo la cual son capaces de trabajar los artistas- durante los cuales aprovecharé para dar forma a algunas ideas que revisaremos a su vuelta. Ideas nuevas, diferentes, variadas, sobre las próximas historias a las que daremos forma para tí.
A lo largo de los próximos días me gustaría contarte más sobre esta primera historia, que tiene lugar en una oficina; allí los protagonistas se conocen y "conectan" -ya sabemos a qué nos referimos: a esa sensación tan especial que tienes cuando miras a los ojos a alguien por primera vez y sabes que hay un "algo" especial, distinto, que no captas en otras personas-. Y, bueno, tienen lugar una serie de hechos bastante... No, no es momento de hablar todavía; poquito a poco iremos desvelando más detalles.

Me despido agradeciéndote una vez más por haber leído estas líneas.

-Él-