lunes, 3 de mayo de 2010

Música y unos labios

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Ella era, en una palabra, sensual. Llevaba mirándola toda la noche. Cada dos por tres me descubría levantando la vista de la guitarra y mirándola, medio furtivamente, entre la deslumbrante luz de los focos y el estruendoso sonido del concierto. Pero pese a todo lo que había de por medio, incluyendo unas cuantas decenas de fans bajo el escenario, la veía perfectamente. Y ella, la única que no saltaba, que no cantaba, me miraba fijamente; no hacía nada salvo quedarse de pie, frente a mí, a pocos metros del esenario, mirándome pícaramente, con media sonrisa que me ponía a cien. Tenía tantas ganas de que terminara el concierto para acercarme a ella y aclarar el significado de esa sonrisa, que estaba al borde del error con la guitarra constantemente; si no fuera porque había tocado cada nota mil veces, habría sido una auténtica catástrofe musical.
El concierto terminaba y yo seguía mirándola, sonriéndola. Ella de vez en cuando mostraba una pequeña sonrisa, tímida esta vez, pero tintando de deseo el dibujo de sus labios, carnosos y pintados de un color rojizo oscuro. Deseaba probarlos. Maldecía una y otra vez el concierto, las notas y el no poder bajar para besarla en ese mismo instante. Pero, al fin y al cabo, el show debe continuar...
[...]

-Él-

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